lunes, 8 de agosto de 2011

Y.

"Por muy hipócritas que seamos, y lo seremos hasta el final, para el pobre es mucho más difícil ser virtuoso que para el rico, y, por eso todo lo bueno que hay en el primero brilla con más intensidad. En muchas mansiones nobles vive un hombre, el mejor marido y padre, cuya valía en ambos papeles se pone con razón por las nubes. Pero traigámoslo aquí, a esta cubierta atestada de gente. Quitémosle a su joven y bella esposa el vestido de seda y las joyas, deshagámosle el peinado, imprimámosle arrugas en la frente, dejémosle el rostro demacrado a causa de las inquietudes y privaciones, cubramos sus marchitas formas con un atuendo lleno de bastos remiendos, permitamos que sólo posea el amor de su marido como única distinción y único adorno, y tendremos la prueba de la auténtica valía de ese hombre. Cambiemos su situación social de tal modo que en esas pequeñas criaturas se le suben a las rodillas no verá los testimonios de su riqueza y renombre, sino unos pequeños competidores por el pan de cada día, unos cazadores furtivos de su escasa comida, unas unidades entre las que habrá de dividir cada porción de comodidad, reduciendo así la menguada suma total. En lugar de los atractivos de la infancia en su más tierna expresión, carguémosle con todas las penas y necesidades de los niños, con sus males y enfermedades, su irritabilidad, sus caprichos y su quejumbroso aguante; hagamos que sus balbuceos no expresen bonitas fantasías sino frío, hambre y sed. Y si el instinto paternal supera todo esto, y el progenitor se mantiene paciente, atento y cariñoso, cuidadoso con las vidas de sus hijos y siempre consciente de sus alegrías y sus penas, entonces enviémoslo al Parlamento, y al púlpito y a los tribunales de lo civil. Y cuando oiga criticar la depravación de quienes viven pasando apuros y trabajando de firme para hacerlo, podrá defenderlos como una persona conocedora del tema y decir a los prepotentes que ellos, en comparación con los de aquella clase, deberían ser ángeles destacados en su vida diaria, para al final intentar entrar humildemente en el cielo".

(Charles Dickens - Notas de América, 1842)

2 comentarios:

Pegasus dijo...

No conocía el texto, y ha sido un descubrimiento.. :-D

(Tu blog también)

Un saludo,

Marta dijo...

Yo sólo había oído hablar de Dickens pero hasta este libro no había leído nada de él. Y me ha sorprendido mucho y para bien :)

Encantada y ¡bienvenido!